sábado, 31 de marzo de 2012

Todas las personas pasan por una tormenta en su vida.
Hay tormentas más fuertes que otras, más largas que otras.
Algunas tienen estruendos más fuertes, que nos dejan sordos y hasta inmóviles de miedo o de impresión, hay otras que son más suaves, que hasta pueden llegar a gustarnos, por qué no?
Y los relámpagos... A veces parece que nos dejan ciegos, sin poder ver más allá;
 lo cierto es que siempre que hay una tormenta uno esta más atento, más despierto, esperando que por fin se termine;
 y cuando son largas solo queda esperar, hacer fuerza de alguna manera para que la tormenta pase, donde seguramente un rayo marcará el momento más crucial, pero seguiremos allí, esperando que se termine.
¿Y por qué simplemente no disfrutamos de la tormenta? ¿Por qué no lo vemos como algo normal que tiene que pasar, lo natural?
Una tormenta tranquilamente puede ser un momento que recordemos en mucho tiempo, como algo mágico, un momento en el que todo puede cambiar, un momento en el cual se puede reflexionar, meditar, dejarse llevar, ser libre...
Sentir como estamos vivos,
que esa misma tormenta puede darnos una razón para ser mejores, para quitarnos la inmovilidad que esta nos deja.
Entonces mejor disfruto de mi tormenta, la asimilo, la vuelvo algo mágico, algo que me gusta, y que me hace admirar la belleza de todo el universo.



By Mercedez Brito

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